Los anuncios que parecen leerte la mente no son por haber escuchado tus conversaciones, sino de un tratamiento invisible de tus datos aún más inquietante
Esa extraña sensación de que tu teléfono te está espiando es casi universal. Estás teniendo una conversación privada con un amigo sobre, digamos, la boda de un conocido y la necesidad de trajes a medida. No has buscado nada relacionado online en meses, pero, de pronto, te aparece un anuncio perfectamente alineado con esa conversación en tu linea de tiempo de Instagram. La reacción inmediata, casi instintiva, es pensar que tu móvil está escuchando en secreto y enviando fragmentos de tu vida privada a empresas como Facebook, Google o Amazon, que luego te bombardean con anuncios hiperpersonalizados. Es una teoría de la conspiración que lleva años circulando, alimentada por coincidencias tan perfectas que parecen imposibles.
Pero aunque la idea de una escucha constante y pasiva a través del micrófono es una explicación tentadora y sencilla, la realidad de cómo las grandes tecnológicas personalizan sus anuncios es mucho más compleja, y según algunos, incluso más inquietante. En 2019, la empresa de ciberseguridad móvil Wandera llevó a cabo experimentos para comprobar esta teoría del espionaje auditivo. Compararon el consumo de batería, el uso de datos y la actividad en segundo plano de móviles expuestos a anuncios con audio dirigido, frente a otros que no recibían este tipo de estímulos. Los resultados mostraron diferencias mínimas, lo que indicaba que no se estaba grabando ni procesando audio de forma constante. Su análisis concluyó que el volumen de datos requerido para grabar continuamente y enviar audios a la nube sería fácilmente detectable. Antonio García-Martínez, ex gerente de producto en Facebook, coincidió en 2017, explicando que el almacenamiento y ancho de banda necesarios para grabar de forma continua a todos los usuarios de EE. UU. sería prácticamente imposible de ocultar y extremadamente caro.
TE ESCUCHAN, PERO NO TANTO COMO CREES
Eso no significa, sin embargo, que tus interacciones con asistentes de voz como Google Assistant o Alexa no jueguen un papel en la recopilación de datos. Cuando activas estos dispositivos con frases como «Hey Google» o «Alexa», sí que se graba el audio posterior y se envía a la nube para su análisis. Esta información ayuda a mejorar el reconocimiento de voz y las respuestas del asistente. Amazon incluso ha reconocido que emplea personas para transcribir y etiquetar estas grabaciones. De forma similar, también se ha informado que Google y Apple han utilizado evaluadores humanos para analizar grabaciones de voz con el fin de perfeccionar su inteligencia artificial. Aunque estas empresas aseguran que los datos están anonimizados, los expertos advierten que siempre existe el riesgo de que puedan ser reidentificados, y que muchas de esas conversaciones grabadas son bastante sensibles.
Un ejemplo reciente ilustra cómo esta tecnología puede usarse de formas aún más invasivas. En 2024, Cox Media Group desarrolló el sistema «Active Listening», ya descontinuado. Este buscaba capturar datos de intención en tiempo real a través del micrófono del dispositivo, combinando esos fragmentos de audio con inteligencia artificial y otros datos de comportamiento para afinar la publicidad. Aunque no se trataba de grabaciones constantes, parece que sí utilizaba fragmentos breves tras la activación de los asistentes. La reacción de gigantes como Amazon, Google y Meta, que se apresuraron a distanciarse del proyecto, demuestra la sensibilidad del tema.
LA VERDAD ES MÁS INQUIETANTE
Pero lo más inquietante es que los anuncios sorprendentemente acertados no provienen, en su mayoría, del micrófono, sino de un sistema mucho más vasto y omnipresente de recolección de datos. Investigadores de la Universidad de Northeastern descubrieron en 2017 que muchas aplicaciones no activaban el micrófono sin permiso, pero sí tomaban capturas de pantalla e incluso grabaciones de vídeo del uso que el usuario hacía de su pantalla, enviándolas a terceros. Esta vigilancia silenciosa puede ofrecer más información que un simple fragmento de audio.
Y eso es solo el principio. Empresas como Facebook son capaces de rastrear tu actividad en todos los dispositivos desde los que has accedido a su plataforma. Además, pueden recibir información de comercios sobre tus compras, especialmente si usas tarjetas de fidelidad vinculadas a tu número de teléfono o correo electrónico. También saben tu ubicación casi en todo momento. Tus conexiones sociales, los intereses de tus amigos, con quién pasas tiempo… todo eso se convierte en materia prima para afinar los algoritmos de predicción. En dispositivos Android, incluso los metadatos de tus llamadas y mensajes pueden ser registrados. Hay indicios de que hasta lo que escribes y no llegas a enviar puede ser observado. Todo este océano de datos se analiza con algoritmos complejos que, con sorprendente precisión, predicen lo que quieres o necesitas, dando lugar a esos anuncios que parecen magia… pero no lo son.
Entonces, ¿qué puedes hacer para evitar que tus datos se usen con fines publicitarios? Aunque desconectarse por completo es casi imposible hoy en día, sí hay formas de reducir la cantidad de información que se recolecta. Puedes, por ejemplo, desactivar las grabaciones de voz en Alexa, Siri y Google Assistant, borrar tu historial de interacciones, o incluso deshabilitar por completo a los asistentes. Revisar los permisos de tus aplicaciones, activar la verificación en dos pasos, y utilizar redes seguras también ayuda. Sin embargo, la realidad es que el modelo actual de internet está profundamente basado en el comercio de datos personales. El precio de la comodidad digital es, muchas veces, nuestra privacidad.
Comprender este complejo ecosistema es el primer paso para tomar decisiones informadas sobre cuánto quieres compartir. Porque, como suele decirse, si no pagas por el producto, el producto eres tú.


